“La gente en su coche se sigue sintiendo protegida”
Miedo a los accidentes. Recelos a las etiquetas. Pavor al qué dirán. Dave Horton considera que la sociedad teme a las bicicletas y a los ciclistas urbanos. El sociólogo, especializado en movilidad estuvo varios años imbuido en el proyecto Understanding Walking and Cycling (Entendiendo caminar y pedalear), con el que pretendía identificar las barreras psicológicas que la sociedad utilizaba para no considerar la bicicleta como un medio de transporte legítimo. Ya fuera porque se asociaba a la juventud o a la escasez de recursos, pedalear resultaba vergonzoso. Tras años de investigación, publicó sus conclusiones en el libro Re-making the world, one revolution at a time (Rehaciendo el mundo. Cada revolución a su tiempo). Dave Horton considera que,aunque la imagen del pedaleante está cambiando, amplios sectores de la sociedad siguen manteniendo prejuicios contra los mismos.
¿Por qué la gente sigue teniendo miedo de convertirse en ciclista urbano?
Creo que hay varias razones. En la mayoría de las ciudades del mundo, pedalear sigue siendo demasiado dificil y peligroso. La gente lo percibe y extrae una conclusión: el miedo.
Analizando las estadísticas, el coche es más peligroso…
Lo sé. Es irónico. A pesar de que pedalear es más seguro que conducir, hemos contruido tal discurso del miedo a su alrededor que se ha convertido en una práctica peligrosa. No importa que objetivamente la bicicleta sea buena para la salud, nuestro cerebro o la sociedad. Se mantiene la idea de que corres más riesgos. El temor forma parte de la cultura del siglo XXI. Llevado a la movilidad, la gente en su coche se sigue sintiendo protegida porque considera que está en su espacio privado, separada del peligro. Ese espacio de comfort psicológico es otra razon por la que se rechazan los pedales.
¿Podemos cambiar eso?
Partimos de una base emocional existente. Y en muchos casos, de una legislación que arranca de esa premisa. La misma con la que enfocamos la educación vial. Exceptuando algunos países del norte de Europa, se enseña a los niños a protegerse de todo lo que nos pueda hacer vulnerables. Ahí incluimos caminar o ir en bicicleta por las ciudades. Reproducimos y amplificamos ese miedo hasta tal punto que se pueden llegar a promover políticas como la del uso del casco. Se magnifican sus efectos positivos y se acaba queriendo imponer por ley como en España.
¿Qué mesaje podría contrarrestar esto?
La civilización del espacio público y la creación de espacios más habitables y sostenibles. En esa línea, no podemos pretender crear zonas exclusivas para los ciclistas. Estamos tan aterrados de compartir espacio con los vehículos motorizados que queremos cambiar las condiciones de las vías. En algunos casos se puede hacer, pero no debe ser una premisa. Separar puede ser un primer paso; el objetivo es ser capaces de civilizar las calzadas para que bicicletas y coches la compartan. Debemos crear una ciudad y una sociedad más sostenible, equilibrada y, en definitiva, mejor.
Nos describe como un mundo aterrorizado.
Mostramos el amor hacia la gente que nos rodea preocupandonos por ellos. Pedalear en una ciudad cualquiera ahora es más peligroso que hace 50 años. Es compresible que tu madre se preocupe por ti o que yo me ponga nervioso si pienso que mis hijos están en peligro. Eso nos pasa mucho con la bici y no tanto con el coche. En el último siglo se ha extendido la idea de que conducir es normal y seguro. Además, parece ineludible. Eso se ha reforzado desde la política. De ahí que mientras el coche es normal, la bicicleta se volvió rara, particular y extravagante. Aún así, mucha gente la siguió utilizando. Al volverse expertos, se empezaron a sentir más seguros y comenzaron a propugnar el mensaje de la bicicleta: ¿Qué hay de malo en pedalear? Vamos a hacerlo.
¿De ahí parte el activismo de las dos ruedas?
Creo que sí. Pedalear es difícil y cuando algo es complicado, te lleva a unirte con las personas que también lo hacen. Acabas trabajando juntos, compartiendo reivindicaciones políticas, protestas… Usamos la bicicleta y como nos hacen sentir diferentes, acabamos generando una subcultura. Mientras sea complicado moverse a pedales en las ciudades eso perdurará. Por un lado nos quejamos y queremos que la bicicleta se extienda, pero a la vez no deseamos perder esa singularidad. El futuro de la movilidad es que el ciclismo se vuelva normal. Cuando eso ocurra, la subcultura de los ciclistas urbanos se diluirá.
¿Está el colectivo ciclista conectado con la sociedad?
Es una pregunta complicada. Cuando te rodeas de público bicifriendly solo hablas de lo bien que va todo y te olvidas del mundo real. Debemos negociar, calar en la sociedad. Podemos llevar a la gente a la bicicleta ofreciéndoles una mejor vida. Los foros de bicicleta urbana son lugares para inspirarse, refrescarse y marcar una línea política de acción. Es un espacio democrático, importante y necesitamos usarlo.
¿No cree que se necesitan nuevos mensajes para sentar a la gente en el sillín?
Creo que como activistas deberíamos ser más inteligentes. Damos demasiados mensajes y tenemos que diseñar estrategias para ser más claros. Llevo una década escribiendo sobre esto y sigo pensando que la idea más potente en torno a la bicicleta es que es algo bueno para mi, para mi familia, para mis vecinos, para mi ciudad y para el mundo. No solo es desarrollo sostenible sino también, democracia, igualdad, habitabilidad y vanguardia urbana.
¿Cómo logra trasladar esas ideas?
Por un lado, debemos animar a la gente que nos rodea a pedalear: ayudarles, acompañarles, organizarles una ruta, hacer campañas… Hay muchas cosas que podemos hacer en nuestra comunidad. Por otro, la política es clave porque tiene capacidad para cambiar nuestra vida. La bicicleta es un reto político y hay que incluirla en al agenda. El mundo es más ciclista hoy en día y eso hay que aprovecharlo. No se han hecho las cosas que se deberían haber realizado con respecto a la movilidad. Ahora tenemos que volvernos más impacientes, más radicales y más exigentes. Lo que proponen ahora son reclamaciones de hace años. Gracias, pero no es suficentes; queremos más. Los ciclistas urbanos tenemos que ser más ambiciosos.
(Por Pablo León | El País | 11 de octubre de 2013)